AUTÓDROMO TERRAMAR

Seat ha aprovechado la presentación de su nueva marca deportiva, Cupra, para hacer un homenaje al primer circuito de España… y uno de los primeros del mundo. En los años ’20 del pasado siglo el automovilismo deportivo apenas había nacido y se empezaba a hablar de los primeros circuitos, porque hasta entonces las carreras se disputaban en carretera abierta. En medio de ese panorama, un grupo de empresarios se empeñó en construir el primer circuito español: el Autódromo Terramar.

Para más complicación, se trataba de un circuito peraltado. Cuando se inauguró, los pocos circuitos que había en el mundo eran así. De hecho, Terramar fue el cuarto, tras Brooklands, Indianá¬polis y Monza. El trazado español, con forma de riñón, tiene dos kilómetros de longitud coronados por dos grandes curvas peraltadas con una inclinación de 90 grados: los peraltes de Indianápolis tienen ‘sólo’ 35 grados. Los pocos que han podido circular en los últimos años por semejantes peraltes confirman que, para ir deprisa, hace falta mucha fe y girar fuerte el volante hacia la derecha, apuntando hacia la parte superior del peralte. Sólo así rodaremos seguros.

El circuito es una pieza esencial del automovilismo deportivo, pero su historia ha estado plagada de problemas. La construcción costó 4 millones de pesetas de 1923 y se hizo en sólo 300 días, pero los promotores tuvieron problemas económicos desde el principio: los premios de la primera carrera fueron embargados y por eso no volvieron a disputarse carreras internacionales. Y sólo acogió un puñado de competiciones más. Hubo alguna carrera de motos, exhibiciones entre coches y avionetas, pero en 1956 se disputó la última competición.